lunes, 13 de marzo de 2017

JOSÉ II DE AUSTRIA




Emperador alemán de la Casa de Habsburgo (Viena, 1741-1790). Al morir su padre, Francisco I, en 1765, José le sucedió nominalmente como emperador de Alemania y fue asociado como corregente de los estados patrimoniales de Austria por su madre, María Teresa, que fue quien ejerció realmente el poder hasta su muerte en 1780. Culto y refinado, José se impregnó en su juventud de los ideales racionalistas de la Ilustración, encarnando en su reinado el modelo del déspota ilustrado.
Sus reformas intentaron completar la centralización y la unificación del poder iniciadas por su madre, creando el Estado burocrático y la Iglesia nacional que caracterizarían al Imperio de los Habsburgo hasta su desaparición. Para ello acabó con los privilegios y peculiaridades de Hungría, impuso la uniformización lingüística (con el alemán como lengua oficial), redujo la autonomía de los poderes locales y concentró el poder en Viena, convirtiéndola en única capital.
Actuó con igual contundencia contra el poder de la Iglesia católica, a la que intentó mantener separada de Roma y estrechamente sometida a la Corona (política conocida como «josefismo»); su pensamiento ilustrado le llevó a completar esa política religiosa decretando la libertad de cultos y la igualdad de todas las confesiones para optar a empleos públicos, medidas de las que se beneficiaron sobre todo luteranos, calvinistas y ortodoxos. Abolió la servidumbre (1781) y realizó una reforma judicial en la que eliminó la tortura (1787).
Inspirado por el pensamiento fisiocrático, siguió una política económica de liberalización de los mercados y fomento de la riqueza: libre comercio de granos, abolición de corporaciones, levantamiento de un catastro para la recaudación de un impuesto único de base agrícola, construcción de puertos para favorecer el comercio exterior, colonización de tierras.
Su dogmatismo y sus métodos autoritarios levantaron muchos descontentos y resistencias: aplastó varias sublevaciones de los checos, pero la que protagonizó la nobleza húngara le obligó a desmontar la mayor parte de sus reformas en aquel territorio; y la que tuvo lugar en los Países Bajos en 1789-90 dio lugar a la aparición de unas «Provincias Belgas Unidas» emancipadas del dominio austriaco, que sólo las reconquistaría en el reinado siguiente.
En cuanto a la política exterior de José II, fue una sucesión de fracasos: su política de concertación con Prusia para extender su poder en Alemania y en el Este fracasó ante las reticencias de Federico II; fracasó en sus intentos de anexionarse Baviera y Venecia; y no pudo cumplir sus aspiraciones en los Balcanes a pesar de la intervención en la Guerra Ruso-Turca (1788). Al menos, su obra de saneamiento de las finanzas y de fortalecimiento del Ejército dejó a Austria preparada para desempeñar un papel importante en la lucha contra la Francia revolucionaria que se desencadenó después de su muerte. Le sucedió su hermano, Leopoldo II.





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